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Entrevista a Aitor Sánchez, nutricionista y autor del blog “Mi dieta cojea”. Sus artículos, sus libros, sus conferencias, su sentido del humor y su rigor lo han convertido en uno de los divulgadores de nutrición más seguidos. En su segundo libro “Mi dieta ya no cojea” (Paidós), nos ofrece ideas y herramientas prácticas para mejorar nuestra alimentación.
Me alegro de que así sea porque sinceramente, y siendo realista, las personas que hablan del tema en los medios no siempre lo hacen desde el rigor científico y la responsabilidad con la salud pública. Parece que cualquier persona puede hablar de alimentación sin ser un profesional sanitario.
A lo largo de la historia el ser humano ha ido comiendo lo que pillaba, lo que unas veces ha ido bien y otras mal. Actualmente nos enfrentamos a una distopía curiosa: a más tecnología y conocimientos de nutrición, peor se come. Hay una seguridad alimentaria inusitada, pero la gente contrae enfermedades no transmisibles por comer mal.
El papel que tenemos los profesionales sanitarios que podemos prevenir dichas enfermedades es vital, ya que el sistema llega tarde en muchas ocasiones y entonces aparecen las dietas exprés y los medicamentos.
Muchas familias comen mal creyendo que lo están haciendo bien y, en parte, no son responsables: los anuncios, los alimentos superfluos, los compromisos sociales, la oferta de restauración… Vivimos en un entorno que no facilita las cosas.
¿Hasta qué punto un niño de 11 años es responsable de su obesidad? En realidad, es víctima de la desinformación de sus padres.
Yo era un preadolescente con obesidad. Mi madre y mi abuela estaban convencidas que lo hacían estupendamente: me atiborraban a galletas porque pensaban que era lo que tenían que comer los niños.
No hay que pensar en que los alimentos “sirven para”. Algunos alimentos concretos tienen mensajes muy elaborados, como la leche con calcio, pero unas almendras sirven igual. No hay ningún alimento imprescindible y no es preciso recurrir a productos extravagantes, exóticos o caros.
Lo más importante es eliminar la comida superflua y así habrá espacio para la sana. En nutrición importa más lo que no comes que lo que comes.
Sí, porque además de comer saludable, el acto de comprar puede repercutir en muchas más cosas, como el medio ambiente o el nivel socioeconómico. Podemos tomar muchas decisiones y tener en cuenta cosas como de dónde proceden los alimentos, qué derechos humanos estamos vulnerando si los compramos o qué maltrato animal es inherente a ciertos productos. No sólo hay que hacer un consumo más saludable, lo mejor es conseguir un “dos por uno” y hacer también un consumo más ético.
Adam Martín. Director de “Sans i estalvis” en Catalunya Ràdio.
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