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El doctor Miquel Porta es investigador del Instituto Hospital de Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), donde estudia los efectos que tienen algunos contaminantes persistentes sobre la salud de las personas. Sus conclusiones son un toque de alarma: hay que hacer un cambio.
En marzo de este año, Miquel Porta publicaba un artículo en la revista ‘Science of the Total Environment’ en el que decía que los contaminantes presentes en la sangre han bajado de forma importante en los últimos años.
Significa que prohibir el uso de determinadas sustancias funciona. El problema es que funciona con mucha lentitud, porque han pasado décadas y hemos pagado un precio en forma de enfermedades.
Incrementan el riesgo de sufrir un cáncer de mama, pueden causar infertilidad por la pérdida de calidad del semen, tienen efectos sobre la tiroides. Los policlorobifenilos (PCB) pueden provocar problemas autoinmunes y de diabetes… Los disruptores endocrinos, presentes en los plásticos, afectan al sistema hormonal, perjudican el desarrollo neurocognitivo de los niños y avanzan la edad de la menarquia, la primera menstruación. Todo ello, siempre teniendo en cuenta que las enfermedades son multifactoriales.
A través del aire, el agua, los cosméticos, la ropa y otros elementos cotidianos, y, sobre todo, a través de los alimentos y sus envases.
Si alguien quiere mitigar la carga corporal de tóxicos conviene que coma alimentos ecológicos y evite que los alimentos calientes entren en contacto con el plástico. Cuando están recién cocinados debemos dejarlos enfriar en un recipiente inerte –la olla o un recipiente de vidrio— y solo cuando están fríos los podemos poner en el plástico. Y al día siguiente no los debemos calentar en el plástico, porque se produce una migración de sustancias desde el plástico hasta el alimento.
Los estudios independientes a menudo detectan menos contaminantes en los alimentos de producción ecológica. Y los estudios en familias que cambian a una dieta ecológica objetivan que las concentraciones de pesticidas en orina disminuyen a las pocas semanas.
Los tóxicos se encuentran en numerosos productos: jabones, cremas, tintes e incluso perfumes. Uno de los problemas son los parabenos, sustancias que son conservantes pero que, a la vez, son disruptores endocrinos. Un estudio realizado en Alemania en mujeres embarazadas encontró una relación entre el tipo de cosméticos que usaban y los niveles corporales de parabenos. Las criaturas, después, tenían más posibilidades de ser obesas.
No fumar, comer lo mejor que se pueda, evitar la contaminación atmosférica, hacer más actividad física… Y hay que recordar que podemos votar y que los partidos responden a las preocupaciones de sus votantes. El mensaje es: hay una exposición a tóxicos invisible, inadvertida, que podemos disminuir con leyes más valientes. Las soluciones son individuales y colectivas.
Sí. Se puede ser radical, pero también se puede ser pragmático y avanzar de forma gradual. Hemos conseguido cosas muy complicadas: ahora ya no se fuma en el metro, en los aviones o en los quirófanos. Ya no añaden plomo a la gasolina, a pesar de que durante muchos años muchos investigadores, divulgadores e, incluso, profesores negaron que el plomo fuera un problema.
Entrevista de ADAM MARTÍN, periodista y escritor.
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